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El fin de una era cinematográfica

La capital vizcaína solo cuenta ya con tres cines después de la fuerte crisis cinematográfica sufrida en la villa

Al final de Cinema Paradiso, los habitantes de un pequeño pueblo siciliano lloran desconsolados ante el derrumbamiento del cine que los acompañó durante toda la vida. Algo parecido debieron de sentir los bilbaínos al observar como los cines que los vieron crecer iban cerrando uno a uno. Lugares en los que los estudiantes se refugiaban cuando hacían pellas, cambiando la chapa del profesor por una de vaqueros. Lugares a los que llevar a una primera novia y aprovecharse de la oscuridad para robar un roce de manos aquí y un beso allá. Pero sobre todo lugares en los que vivir la magia del cine. Desgraciadamente, a partir de los 80 empezó su desmantelamiento y donde un día pudo verse a Vivien Leigh puño en alto poniendo a Dios por testigo que nunca más pasaría hambre o a Cary Grant a punto de ser arrollado por una avioneta, hoy en día se puede practicar squash o comprar una bicicleta estática.


177 cines han sido los que a lo largo de la historia han hecho las delicias de la Villa de Bilbao. Sin embargo, hoy en día solo las salas de los Multicines, Zubiarte y Alhóndiga quedan abiertas. La crisis de los cines bilbaínos comenzó con el cierre de los cines de barrio, los de toda la vida. Salas como Patronato, Avenida o Actualidades cerraron para siempre entre 1966 y 1979.

En la década de los ochenta la crisis alcanzó a los grandes.  S.A Trueba de Espectáculos, la Cadena Astoria y el Circuito Coliseo, las principales empresas cinematográficas, se vieron afectadas. “Las empresas se volvieron deficitarias, estaban deseando deshacerse del negocio porque era caótico”, explica Carlos Bacigalupe, periodista que lleva años hablando y escribiendo sobre los teatros y cines de la capital vizcaína.


Por el contrario, al principio de los noventa, parecía que la situación se calmaba. No se continuó con la tendencia de los pasados años y los espectadores volvían a las salas. Pero este renacer no fue tan efusivo como se esperaba y en 1993 el número de asistentes al cine comenzó a caer en picado en la villa. Fue inevitable la quiebra de la antaño poderosa Cadena Trueba después de más de medio siglo de espectáculo. Un camino parecido siguió la Cadena Astoria que terminó teniendo un único recinto, los Avenida, en Deusto.


La decadencia de los cines ha dejado actualmente a Bilbao con tres cines. Claro que la calidad de estos cines no es –para muchos- comparable a la de los ya desaparecidos. “Yo soy de pantalla grande”, afirma Bacigalupe mientras extiende los brazos, como si quisiera abarcar una.  Emocionado, admite que no es capaz de describir con palabras la exaltación que se sentía al ver una película en Cinerama (sistema de proyección multicámara) en una de aquellas pantallas. “Era estremecedor, te entraba un escalofrío de gusto”,  asegura.


De todas las salas que cerraron, Bacigalupe echa especialmente en falta el Teatro Buenos Aires, edificio al que dedicó una crónica en El Correo el día que “el telón cayó para siempre”. 

A su juicio, si la gran pantalla hubiera permanecido en Bilbao, el cine todavía tendría una oportunidad.


No solo en Bilbao


Bilbao no ha sido la única ciudad que ha visto desaparecer sus cines. El pasado 18 de abril, tanto Alta Films, la primera distribuidora española de cine de autor, como la compañía Renoir –empresa propietaria de numerosas salas de cine - anunciaban su cese. Esta noticia despierta de nuevo numerosas preguntas. ¿Qué falla? ¿Desaparecerán los cines? ¿Hacia qué modelo nos dirigimos?


Santos Zunzunegui, catedrático de la UPV/EHU y crítico de cine, utiliza un ejemplo para explicar el cambio de modelo. “Durante poco más de 100 años el modelo Lumier (las salas de cine) ha dominado, pero ahora entramos de nuevo en el terreno de Edison”, declara. Es decir, que las películas se verán a partir de ahora en todo tipo de dispositivos móviles; ordenadores, tablets, smartphones…

No es el único en pensar eso. Para Casilda de Miguel, profesora de Comunicación Audiovisual en la UPV/EHU, el futuro está, efectivamente, en Internet. “Habrá que fomentar el consumo a través de la red porque todo el mundo tiene un ordenador en casa”. Sin embargo, ella misma admite que todavía falta costumbre de pagar por ello, aunque sean unos céntimos. “Tenemos la sensación de que todo lo que nos llega a través de la red es gratis”, declara De Miguel.

Otro de los problemas que la industria del cine alega es la existencia de la piratería. Zunzunegui considera que debe hacerse una distinción. Por un lado estaría la piratería encargada de  descargar “la última película de Tom Cruise” y por el otro la “piratería” –Santos dice que él no la llamaría así- que permite acceder a obras que no tienen demanda económica y que son imposibles de conseguir de otra manera. “Que me descargue una película muda de Yasujiro Ozu no es piratería”, afirma.


Parece imposible predecir cómo será el futuro, si llegará un día en el que desaparezcan las salas de cine, si veremos el último estreno desde nuestro móvil o si las distribuidoras se resistirán al cambio y terminarán como Norma Desmond en El crepúsculo de los dioses, aferrándose inútilmente al recuerdo de un glorioso pasado. Pero sí hay algo que se puede afirmar con absoluta certeza, y es que el cine, independientemente del formato y la forma, seguirá emocionando a todos aquellos que de verdad lo amen.

(Interior del cine Ízaro que posteriormente

se convertiría en los Mikeldis)

(Datos obtenidos de "Empresas y empresarios en la exhibición cinematográfica de Bilbao" (1978-1999) de Dr. Txomin Ansola)

(Hombre mirando un Kinetoscopio, inventado por William Kennedy Dickson, ayudante de Edison )

VERSIÓN EXTENDIDA DEL REPORTAJE

 

CINES



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BILBAO

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